El testimonio suscita vocaciones

Queridos diocesanos:
En toda la Iglesia católica celebramos el día 25 de abril, IV Domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones al sacerdocio ordenado y a la vida consagrada. En sintonía con el Año especial Sacerdotal, que estamos celebrando con motivo del 150° aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, el lema de este año es: El testimonio suscita vocaciones.
Es claro que toda vocación es un don de Dios y que, por tanto, la fecundidad de la propuesta vocacional depende en primer lugar de la acción gratuita de Dios. No obstante, la experiencia confirma que la acogida de la propuesta vocacional está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada; su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo.
Ya los profetas del Antiguo Testamento eran conscientes de estar llamados a dar testimonio con su vida de lo que anunciaban. Jesús mismo, el enviado del Padre (cf. Jn 5, 36), con su vida dará testimonio del amor de Dios hacia todos los hombres e interpelará a otros a su seguimiento. La vocación de Pedro pasa por el testimonio de su hermano Andrés y la de Natanael por el de Felipe. Cuantos acogen la iniciativa libre y gratuita de Dios se sienten llamados a convertirse con su propio testimonio en instrumentos de la llamada divina para otros. Dios se sirve de mediaciones. Esto sucede también hoy en la Iglesia: Dios se sirve del testimonio de los sacerdotes y de los consagrados, fieles a su vocación y misión, para suscitar nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas al servicio del Pueblo de Dios.
Hay tres aspectos de la vida de los presbíteros y de las personas consagradas, que son esenciales en este sentido. Son el testimonio de la amistad con Cristo, alimentada en la escucha de la Palabra de Dios y en la oración; el testimonio del don total de si mismo a Dios, que se muestra en la donación plena, fiel y gozosa de sí mimos a los que Dios les confíe en el ministerio pastoral o ponga en su camino para llevarlos al encuentro con Cristo; y el testimonio de vivir la comunión “De manera especial, -dice Benedicto XVI en su Mensaje- el sacerdote debe ser hombre de comunión, abierto a todos, capaz de caminar unido con toda la grey que la bondad del Señor le ha confiado, ayudando a superar divisiones, a reparar fracturas, a suavizar contrastes e incomprensiones, a perdonar ofensas”. Sacerdotes aislados y tristes, no animarán a adolescentes o jóvenes a seguir su ejemplo; sacerdotes alegres y entregados muestran la belleza de ser sacerdote también para otros.

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