La unidad de los cristianos

 

casimiro

Queridos diocesanos:

Este domingo comienza la ya tradicional «Semana de oración por la unidad de los cristianos». Es una cita importante para reflexionar sobre el drama de la división de la comunidad cristiana y para pedir juntos a Jesús mismo «que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Ante la urgencia de la unidad, nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón se une una año más a la gran multitud de cristianos de todas las confesiones que en el mundo entero ora estos días por esta intención. La oración «por la unión de todos» implica a los católicos, a los ortodoxos y a los protestantes, unidos por la fe en Jesucristo, único Señor y Salvador.

 

La oración por la unidad forma parte del núcleo central que el concilio Vaticano II llama «el alma de todo el movimiento ecuménico» (UR 8), núcleo que incluye precisamente las oraciones públicas y privadas, la conversión del corazón y la santidad de vida. El centro del problema ecuménico es la obediencia al Evangelio para hacer la voluntad de Dios, con su ayuda, necesaria y eficaz. Es lo que expresa el lema de este año: «estarán unidas en tu mano».

Estas palabras están tomadas del profeta Ezequiel. En una visión, el profeta contempla dos trozos de madera que simbolizan a los dos reinos en que Israel fue dividido. Los nombres de las tribus de cada uno de los reinos (dos de las doce tribus en el Norte y diez en el Sur) son inscritos sobre estos trozos de madera que luego son unidos para formar uno solo (Ez 37, 15-23). Para Ezequiel, la división de su pueblo era el reflejo y la consecuencia del pecado y del alejamiento de Dios. Formar de nuevo un solo pueblo era posible a condición de renunciar al pecado, de convertirse y de volver hacia Dios. Pero, en definitiva, es Dios quien une a su pueblo purificándolo, renovándolo y librándolo de sus divisiones. Para Ezequiel esta unidad no es una reunificación simple de grupos antes separados; se trata más bien de una creación nueva, del nacimiento de un pueblo nuevo que deberá ser un signo de esperanza para otros pueblos y para toda la humanidad.

Esta imagen de Ezequiel es aplicable a la Iglesia de Cristo dividida porque, al igual que el pueblo de la antigua Alianza, dividido en contiendas contrarias a la voluntad de Dios, también las divisiones de las Iglesias cristianas son contrarias a la voluntad de Cristo, que quiso una sola y única Iglesia visible: «Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros» (Jn 17,21).

Los elementos que, a pesar de la división permanente, unen aún a los cristianos permiten elevar una oración común a Dios para que nos conceda el don de la unidad. A la oración común por el restablecimiento de la comunión plena de todos los cristianos hemos de unir el diálogo sincero, el conocimiento mutuo y la colaboración fraterna. El numeroso grupo de cristianos no católicos, especialmente de ortodoxos rumanos, que viven entre nosotros nos ofrece una hermosa oportunidad para ponerlo en práctica. ¡Quiera Dios que esta semana de oración nos ayude a toda la Iglesia diocesana a acrecentar nuestra sensibilidad ecuménica!

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

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