Acercarse a la palabra de Dios
Queridos Diocesanos:
Quien no conoce la Escritura, desconoce a Jesucristo, decía San Jerónimo. Ahora bien el programa de vida de todo cristiano es conocer a Jesucristo, amarle e imitarle, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste; esto sólo será posible con la lectura y el conocimiento vivencial de la Sagrada Escritura.
“La Palabra de Dios -decía san Ambrosio- es la sustancia vital de nuestra alma; la alimenta, la apacienta y la gobierna; no hay nada que pueda hacer vivir el alma del hombre fuera de la Palabra de Dios”.
“Es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios -añade la Dei Verbum-, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual.
Y el Papa Benedicto XVI nos recuerda que “la asidua lectura de la Sagrada Escritura acompañada de la oración realiza ese íntimo coloquio en el que, leyendo, se escucha a Dios que habla, y orando se le responde con confiada apertura de corazón”.
El Apóstol Santiago en su carta (St 1,18-25) indica cómo hemos de acercarnos a la Sagrada Escritura. El Apóstol señala tres pasos en la lectura de la Palabra de Dios: acogerla, meditarla y ponerla por obra. La escucha de la Palabra, para acogerla con docilidad, tiene lugar en la Liturgia, en las escuelas bíblicas y en los cursos de Biblia, e, insustituible, en su lectura personal en casa. Esto es necesario, pero no suficiente. Nos quedaríamos en la letra, descuidando el Espíritu.
En necesario un paso más, que consiste en ‘fijar la mirada’ en la Palabra; es decir meditar o contemplar con fe la Palabra, sabiendo que Dios nos habla. Los Padres utilizaban al respecto las imágenes de masticar y de rumiar la Palabra. Se trata de dejarse escrutar por la Escritura. En el espejo de la Palabra no sólo nos vemos a nosotros mismos; vemos el rostro de Dios; mejor: vemos el corazón de Dios. La Escritura, es una carta de Dios omnipotente a su criatura; en ella se aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios. Dios nos habla en la Escritura, y lo que colma su corazón es el amor.
Y el último paso es poner por obra la Palabra Jesús mismo nos dice: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21). Sin este “poner por obra la Palabra”, sin obedecer la Palabra, todo se queda en ilusión, en construcción en arena.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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