La formación: objetivo prioritario
Queridos diocesanos:
Con la Jornada Diocesana de este sábado iniciamos un nuevo curso pastoral. Lo hacemos con la confianza de sabernos acompañados, guiados y fortalecidos por el Espíritu del Señor Resucitado. En este segundo año de aplicación de nuestro vigente Plan Diocesano de Pastoral vamos a centrar nuestro trabajo pastoral de modo preferente en la formación; es su segundo objetivo específico. Queremos, en efecto, cuidar la formación integral de todos los miembros de la comunidad eclesial, con especial atención a los sacerdotes, a las familias y a los jóvenes.
La formación es algo necesario y permanente en la vida de todo cristiano, independientemente del don, de la vocación, del ministerio o carisma, que cada uno hayamos recibido, de la edad y del estado. No podemos reducir la formación al tiempo de la iniciación cristiana en la infancia, en la adolescencia o en la edad adulta; como tampoco se puede limitar al tiempo de formación inicial en el seminario o en otros centros o escuelas.
Con frecuencia identificamos la formación cristiana con la adquisición de conocimientos de la doctrina y de la moral de la Iglesia. Esto es sumamente necesario y especialmente urgente, pues constatamos que muchos de nuestros cristianos desconocen las verdades más elementales de la fe y de la moral de la Iglesia. Y sin ello nadie podrá darse ni dar razones de su fe ni de su esperanza, máxime en un mundo descristianizado.
Pero la formación cristiana no puede quedar reducida a la adquisición de conocimientos, sino que ha de ayudar, en primer lugar, a crecer y madurar como cristianos según la vocación, ministerio o tarea recibida. Por ello ha de propiciar el encuentro con el Dios vivo, que nos ha revelado en Jesucristo la fuerza transformadora de su amor y de su verdad; es decir, ha de llevar al encuentro personal con el Señor Resucitado, que suscita el deseo de crecer en el conocimiento, en la comprensión y en el amor de Cristo y de su enseñanza. De este modo, quienes se encuentran con Él se ven impulsados por la fuerza de la gracia y del Evangelio a llevar una vida marcada por el seguimiento del Señor y una vida de testimonio cristiano, alimentada y fortalecida en la comunidad de los discípulos del Señor, la Iglesia.
Encuentro vivificante y transformador con el Señor, conocimiento de él y de sus enseñanzas en la tradición viva de la Iglesia, y testimonio en la Iglesia y en el mundo son fines inseparables de la formación cristiana. Formarse en cristiano es dejarse formar, transformar y renovar por el Señor, por su Palabra y por sus Sacramentos hasta llegar a ser hombres nuevos, con un nuevo modo de pensar, querer, sentir, actuar y existir; y éste no es otro sino el del Cristo y de su Evangelio. Sólo seremos ‘hombres nuevos’, como dice San Pablo, si nos dejamos conquistar, formar y plasmar por el Hombre nuevo, Jesucristo.
Un nuevo curso pastoral es un tiempo de gracia que el Señor ofrece a nuestra Iglesia. Retomemos la tarea pastoral con ánimo y esperanza renovados. Sabemos bien de Quien nos hemos fiado. El Señor Jesús está y camina con nosotros. Y María, la Virgen de la Cueva Santa, nos protege y alienta en nuestro caminar.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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